Russo ya estaba acostumbrado a convivir con el tratamiento médico que lo acompañaba desde su paso por Millonarios de Colombia, donde incluso fue campeón mientras luchaba contra la enfermedad. Aprendió a convivir con los altibajos físicos, los vaivenes emocionales y el esfuerzo constante por mantenerse en plenitud.
En las últimas semanas, su estado de salud empeoró, pero su lucidez seguía intacta. En sus conferencias de prensa, mantuvo la calma habitual y evitó que su entorno sufriera presiones: pidió respeto por su intimidad y protegió especialmente a su hijo Ignacio, futbolista de Tigre, de las consultas sobre su salud.
El Russo que no se detenía: trabajo, compromiso y despedida
Después de la derrota ante Huracán en Parque Patricios, se viralizó un video que mostraba el esfuerzo físico que le demandaba estar presente en cada partido. Desde el club le habían ofrecido tomarse un descanso, pero él se negó. “Quiere estar siempre”, decían quienes lo acompañaban día a día.
Poco después, Boca encadenó victorias ante Racing, Independiente Rivadavia, Banfield y Aldosivi. Russo no faltó a ninguno de esos encuentros, aunque ya era visible su desgaste. Claudio Úbeda, su asistente, había asumido un rol protagónico en los entrenamientos, siempre bajo su supervisión.
Entre los triunfos frente a Banfield y Aldosivi, Russo atravesó una internación de tres días por una infección urinaria. Se recuperó lo suficiente para volver al banco y estar presente en Mar del Plata y Rosario, donde recibió el cariño de los hinchas de Central, otro de los clubes que marcó su vida.
Su último partido en la Bombonera fue ante Central Córdoba. Boca ganaba 2-0, pero el rival empató sobre el final. Aun así, Miguel fue ovacionado. Días después, volvió al predio de Ezeiza, donde protagonizó una escena que quedará grabada: el abrazo con Juan Román Riquelme. Ese gesto simbolizó una amistad y una confianza mutua que trascendieron lo profesional.
El adiós más íntimo
Cuando faltó al entrenamiento previo al duelo contra Defensa y Justicia, las señales ya no eran alentadoras. En Boca optaron por preservar su intimidad y no brindar detalles de su estado. Claudio Úbeda explicó que Russo se mantenía en contacto permanente con el cuerpo técnico, incluso definiendo la convocatoria del equipo.
En los últimos días, se inició una cadena de oración y su entorno decidió que permaneciera en su casa, acompañado por sus seres queridos. Desde la cancha, Leandro Paredes y Úbeda le dedicaron el triunfo 5-0 ante Newell’s, un gesto que él seguramente alcanzó a ver por televisión.
Miguel Ángel Russo se fue como vivió: trabajando, enseñando, luchando y con el fútbol en la piel. Murió en su ley, con la dignidad que siempre lo distinguió y con el respeto eterno de todo un país futbolero.