La normativa federal y sus excepciones
Actualmente, la Ley de Horario Uniforme, aprobada en 1966, establece que el horario de verano inicia el segundo domingo de marzo y culmina el primer domingo de noviembre. El Departamento de Transporte de EE.UU. (DOT) es el encargado de supervisar su cumplimiento, dado que la medida se aplica a nivel federal.
Sin embargo, la legislación contempla excepciones estatales y territoriales. En total, siete territorios no cambian la hora:
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Hawái
Arizona
Samoa Americana
Guam
Islas Marianas del Norte
Puerto Rico
Islas Vírgenes
El caso de Arizona resulta emblemático: el estado decidió apartarse del esquema federal por considerar que no se ajusta a su realidad climática ni a las necesidades de su población. Según sus autoridades, mantener un horario uniforme durante todo el año permite lidiar mejor con las altas temperaturas y sincronizar actividades diurnas sin depender de ajustes forzados.
El intento de Texas por un cambio permanente
Uno de los gobernadores más activos en este debate es Greg Abbott, mandatario de Texas, quien firmó una ley destinada a mantener el horario de verano durante todo el año. La propuesta contó con apoyo a nivel local, pero hasta el momento no ha sido avalada por el Congreso de Estados Unidos.
El problema radica en que, si bien los estados tienen la posibilidad de optar por no realizar cambios de horario, no pueden por decisión propia mantener permanentemente el horario de verano. Para ello se requiere una modificación en la legislación federal, algo que hasta ahora no prosperó pese a los múltiples intentos.
Los argumentos a favor y en contra
El debate sobre el horario de verano se apoya en diferentes argumentos científicos, económicos y sociales. Los defensores sostienen que esta práctica reduce el consumo de energía, fomenta la actividad económica al extender la luz natural durante la tarde y contribuye a una mayor calidad de vida.
No obstante, los críticos remarcan que las supuestas ventajas no son significativas y que incluso podrían traer riesgos para la salud. Un informe del Departamento de Energía (DOE) en 2008 determinó que la reducción en el uso de electricidad atribuible al horario de verano fue de apenas 0,02%, una cifra casi imperceptible en términos de ahorro energético nacional.
En contraste, un estudio académico de 2020 citado por el Servicio de Investigación del Congreso reveló un dato preocupante: los días posteriores al cambio de horario registraron un aumento en los ataques cardíacos. Este hallazgo refuerza la posición de quienes consideran que el impacto negativo sobre la salud supera con creces cualquier beneficio económico.
El impacto en la vida cotidiana
Más allá de las estadísticas, los ciudadanos norteamericanos experimentan el cambio de horario en su vida diaria. El reloj biológico de millones de personas se ve alterado cada marzo y cada noviembre, lo que repercute en el descanso, la productividad y hasta en la seguridad vial.
Estudios realizados en distintas universidades han demostrado que durante los días posteriores al ajuste horario aumentan los accidentes de tránsito y los errores laborales, consecuencia directa de la fatiga y la desincronización de los ritmos de sueño.
En paralelo, sectores económicos como el comercio y el turismo defienden el horario de verano porque permite a los consumidores disponer de más horas de luz natural en la tarde, lo que incentiva las salidas, las compras y el consumo de servicios.
Una cuestión política y cultural
El cambio de horario no solo es un tema técnico o científico, sino también político y cultural. Cada estado busca adaptarlo a sus necesidades y particularidades geográficas. Mientras que en el norte del país se argumenta que el horario de verano ofrece un uso más racional de la luz solar, en regiones más cálidas, como el sur y el oeste, se cuestiona que prolongar la tarde expone a la población a temperaturas extremas.
La discusión también refleja un dilema histórico en Estados Unidos: el equilibrio entre la autonomía de los estados y la legislación federal. Mientras que el Congreso dicta la normativa general, los gobernadores y legislaturas locales presionan por mantener un mayor control sobre algo tan cotidiano como la hora del reloj.
¿Se acerca el fin del horario de verano?
Aunque cada año surgen nuevos proyectos para modificar o eliminar el cambio de horario, hasta ahora ninguna iniciativa logró consenso nacional. El hecho de que se trate de una costumbre arraigada en varios estados, sumado a los intereses económicos en juego, dificulta avanzar hacia una reforma definitiva.
Sin embargo, la presión social crece. Encuestas recientes muestran que una parte significativa de la población estadounidense considera el cambio de horario como una molestia innecesaria, especialmente en un contexto en el que los beneficios energéticos resultan marginales frente a los costos en salud y productividad.
De cara al futuro, la pregunta sigue abierta: ¿Estados Unidos mantendrá el Daylight Saving Time como hasta ahora o dará un paso hacia un horario fijo durante todo el año? Por lo pronto, la próxima cita está marcada en el calendario: domingo 2 de noviembre de 2025, a las 2 a.m.