El impacto del récord va más allá de un simple número. Messi no solo se destaca como goleador histórico de la Selección Argentina, sino que también se posiciona como el mejor generador de juego que alguna vez vistió la camiseta celeste y blanca. Esa dualidad —la capacidad de definir y asistir con la misma excelencia— es uno de los rasgos que lo distingue dentro del debate eterno sobre quién es el mejor futbolista de todos los tiempos.
Pero el logro conseguido en Miami no fue el único dato resonante de la noche. Con los dos pases gol ante Puerto Rico, el jugador de Inter Miami llegó a 398 asistencias oficiales en toda su carrera profesional. Esto lo deja a apenas dos de alcanzar otro número simbólico: los 400 pases que terminaron en gol. La cifra podría alcanzarla muy pronto, ya que su equipo visitará a Nashville el próximo sábado por la Major League Soccer.
A sus 38 años, Messi sigue batiendo récords con naturalidad. Cada vez que pisa una cancha con la Selección Argentina, deja una huella nueva en la historia del deporte. Ya no se trata solo de títulos o distinciones individuales, sino de una acumulación de estadísticas que lo posicionan como el futbolista más completo que jamás se haya visto: goleador, asistidor, líder y emblema.
El registro como máximo asistidor en selecciones se suma a su Copa del Mundo, sus múltiples Balones de Oro y sus récords con Barcelona, PSG e Inter Miami. Lo llamativo es que, lejos de mostrar signos de final de carrera, Messi sigue compitiendo y mejorando marcas que parecían inalcanzables. Y lo hace con la misma calma con la que levanta la cabeza antes de meter un pase que rompe una defensa entera.
Para Messi, los récords ya no son objetivos: son consecuencias naturales de seguir jugando al fútbol como lo hizo toda su vida. Para el resto, cada nueva marca se convierte en un motivo más para admirar a un futbolista que, lejos de apagarse, parece disfrutar como nunca del juego.