En contraposición, Kicillof estructuró su discurso el último domingo en La Plata alrededor del concepto de paz. Primero, ponderó que "pudimos hacer unas de históricamente más pacíficas” en el territorio bonaerense y después eligió cerrar la noche con una suerte de definición hacia adelante: “Democracia, paz y peronismo”.
Respecto a esa apelación, las mismas fuentes cercanas al gobernador consideraron que la utilización del concepto paz “era una forma de mostrar que hay otro camino posible y que ese camino posible es desde desde otro lugar y otra forma de construcción”, a las que describieron como “sin agresiones”.
Las formas de Milei y una ¿necesaria atenuación?
Justamente, el presidente llegó a la Casa Rosada por ser un outsider con un discurso “anticasta” bien valorado por ser “políticamente incorrecto”. Pero lo que otrora era buen considerado, con un mandato de dos años y este último resultado electoral, empieza a cambiar.
Algo registró el oficialismo nacional, cuando a comienzos de agosto en el evento de la Fundación Faro, el Presidente anticipó: “Voy a dejar de usar insultos a ver si están en condiciones de poder discutir ideas. Porque yo creo que discuten las formas porque carecen de nivel intelectual suficiente para discutir las ideas".
Lo mismo se puede decir del discurso del último domingo donde no solo hubo un rápido reconocimiento de la derrota sino que habló de “errores”, a la vez que ratificó el rumbo económico.
La creación de las mesas políticas a nivel Ejecutivo, provincial y nacional que sucedieron a esas declaraciones apuntan en la misma dirección. Como también la creación de un Ministerio del Interior, que eleva la tarea que venía haciendo Lisandro Catalán, hombre de Guillermo Francos.
La confrontación con los aliados
A la hora de polarizar, el blanco por excelencia de Milei fue el kirchnerismo, y de ahí, es que llamó a “ponerle el último clavo al cajón” en plena campaña electoral; pero cuando el Congreso no acompañó, para Milei la llamada oposición dialoguista también integró la “casta”.
Un límite a la política de confrontación con los propios, lo marcó el lunes por la noche el gobernador salteño, Gustavo Sáenz, al desentenderse del llamado a la mesa nacional. En diálogo con A24, definió a los libertarios como unas “palomas de iglesia” y explicó, con una comparación escatológica: “Lo que han hecho constantemente es cagar a los fieles”.
Embed - "EL GOBIERNO ME USÓ": EL GOBERNADOR DE SALTA SALIÓ A CRUZAR A JAVIER MILEI
Resta saber entonces si Milei atenuará efectivamente sus formas para no ceder la discusión por el contenido (del rumbo económico) y ver cómo le sienta el perfil moderado. “Me parece que empezó leyendo un discurso que iba para un lado y terminó diciendo lo que él piensa”, evaluaron las fuentes cercanas al gobernador y confiaron que, en el caso de la provincia de Buenos Aires, “nadie nos llamó a ninguna mesa”.
La interna peronista y las formas de Cristina
En esa lógica de enfrentamiento con propios y ajenos, entra también Cristina Fernández de Kirchner. A lo largo de su carrera política, la dos veces presidenta se caracterizó también por un discurso de confrontación no sólo con la oposición sino también con sectores peronistas, desde su pelea con la CGT de Moyano, a sus tensiones con la gobernación de Daniel Scioli, hasta el expresidente Alberto Fernández desde el ejercicio de su vicepresidencia. Esa línea, se actualiza ahora, con la interna dentro de la conducción del peronismo, y el distanciamiento público de uno de sus hijos políticos, Kicillof.
La discusión por el desdoblamiento tuvo un capítulo público cuando por redes Fernández de Kirchner solicitó en abril pasado retirar el proyecto de elecciones concurrentes al considerar un "error provincializar la elección al desdoblarla". A partir de allí, la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, y el diputado Máximo Kirchner se encargaron de marcar la postura del cristinismo.
El fuego amigo llegó incluso en el medio del escándalo de los audios en la Agencia Nacional de Discapacidad, cuando Máximo Kirchner pidió que “el gobernador ponga la misma plata en Quilmes que pone en la ciudad de La Plata” en plena recta final de la campaña provincial.
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El kicillofismo eligió gestos más sutiles para marcar las diferencias con Cristina como colocar en una punta del escenario a Mendoza en los festejos del último domingo en La Plata o devolver gentilezas mediante off; pero en público, la estrategia de Kicillof en plena campaña fue bajarle el precio a la discusión.
“La gente viene pidiendo que vayamos en una misma boleta para frenar a Milei, así que es una excelente noticia lo que estamos construyendo para el 7 de septiembre. La condena a Cristina Kirchner fue un catalizador”, observó el gobernador a mediados de julio último y remarcó sobre el peronismo: “Dejamos atrás las discusiones y las internas”.
Sobre el manejo de la interna peronista, las fuentes cercanas al gobernador remarcaron que Kicillof “no tiene esa forma pública” de exponer los desacuerdos, los cuales -señalaron- “se pueden expresar de distintas formas, sobre todo cuando hay diferencias internas o programáticas”. En el mismo sentido, expresaron que los señalamientos “nunca son una cuestión personal”, resaltaron que “nosotros los hemos planteado siempre con seriedad, con altura”, y afirmaron que al recibirlos, los “hemos tomado con muchísimo respeto”.
Una vez más, desde el kicillofismo le bajan el precio a la interna y buscan mostrarse opuesto al Gobierno nacional en la comparación de la "gestión provincial" y la de Milei. Después de apostar y cosechar en votos por la estrategia de las formas, queda claro el camino para ganar adentro y afuera.