"Anna nunca contó lo que le dijo el juez. El juez jamás contó lo que escuchó. Pero el resultado fue terminante: se acabaron las visitas. Ni siquiera con la presencia de asistente social alguno. Anna jamás volvió a la casa de su progenitor. Además, con el tiempo, dejó de tenerle miedo a los miércoles y a los sábados, que eran los días que más odiaba, los días de los encuentros obligatorios", explicó.
Dijo sentirse decepcionado de las personas que "dudaron de Anna, hablaron de lavado de cerebro, pretendieron desacreditarla y dudaron de su inteligencia".
Y destacó que en un contexto mundial en el que se está luchando por el empoderamiento de la mujer: "En Argentina algunos perversos pretenden hacer pelota a una mujer de 18 años que decidió volar sola, sin necesidad de permisos paternos ni judiciales".