El lugar habitual del encuentro es su propia casa, donde el volante abre las puertas para recibir a compañeros de todas las edades y jerarquías. Lo curioso es que él mismo se pone al mando de la parrilla, un gesto que refleja cercanía y compromiso con la dinámica del grupo.
La tradición tomó fuerza a medida que los resultados acompañaron y el clima interno mejoró. No se trata solo de una comida: el asado se volvió un espacio de conexión humana, de risas, charlas y distensión, donde los jugadores pueden compartir sin jerarquías ni tensiones competitivas.
Quiénes participan del ritual que une al plantel
El dato que refuerza la magnitud de este hábito es que no hay exclusiones. Desde los referentes hasta quienes hoy tienen menos minutos en cancha, todos son parte de las reuniones.
Figuras como Edinson Cavani y Agustín Marchesín, líderes naturales del grupo, suelen estar presentes, pero también asisten futbolistas con menor protagonismo, como Cristian Lema, Lucas Blondel, Ignacio Miramón o Frank Fabra. Esa convivencia, que mezcla distintas trayectorias, fue clave para eliminar divisiones internas y generar un sentido de pertenencia renovado.
La existencia de estos encuentros se confirmó a partir de una foto publicada por Juan Barinaga, actual lateral derecho titular bajo la conducción de Claudio Úbeda. En la imagen, el plantel aparece sonriente en un jardín —probablemente el de la casa de Paredes—, una postal que resume el nuevo clima de camaradería que vive Boca.
El otro cambio silencioso que impulsó Paredes
La influencia del mediocampista no se limita a lo simbólico. Paredes también promovió cambios concretos en la dinámica de trabajo dentro del club.
Una de las decisiones más comentadas en las últimas semanas fue la modificación en las concentraciones: ahora, solo están presentes el cuerpo técnico y los jugadores. Se eliminó la presencia de peluqueros o vendedores de ropa, perfumes y accesorios, algo que hasta hace poco era habitual.
La idea, que surgió directamente de Paredes, apunta a preservar la intimidad del grupo y reforzar la concentración antes de los partidos. En otras palabras, evitar distracciones y mantener al plantel enfocado exclusivamente en la competencia.
Este ajuste, aunque parezca menor, fue interpretado puertas adentro como una señal de profesionalismo y madurez. El mensaje es claro: el objetivo está en la cancha, y la prioridad es el rendimiento colectivo.