Por eso, el abrazo tras el 1-0 de Zeballos en La Bombonera tuvo un significado especial. No solo simbolizó el cierre de ese episodio, sino también una muestra de madurez y liderazgo de parte del mediocampista, que eligió priorizar el grupo por sobre el festejo individual.
Mientras el estadio explotaba con el tanto y los focos se centraban en el baile del “Changuito” con la tribuna, Paredes corrió varios metros hacia atrás, buscó al arquero y se fundió con él en un abrazo que representó mucho más que una celebración.
En un momento de reconstrucción y bajo la conducción de Claudio Úbeda, Boca encontró en Paredes un símbolo futbolístico y emocional. Su gesto reflejó el espíritu de un equipo que, más allá de las individualidades, volvió a creer en la unión como motor del resurgimiento.
La Bombonera vibró con los goles, pero también se emocionó con una escena que recordó lo esencial: el liderazgo verdadero no siempre está en los gritos, sino en los gestos.