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Chá Chá Chá hizo historia con un especial de Navidad

El clásico creado por Alfredo Casero cerró una etapa consagratoria con un Especial de Navidad ante miles de espectadores.

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Los grandes maestros no necesitan contexto. No porque sean evidentes, sino porque son irrepetibles. Cuando uno ve un Miró, sabe que está viendo un Miró. Cuando aparece un Picasso, no hay confusión posible: no hace falta que tenga firma, uno ya sabe quién lo hizo.

Lo mismo sucede en el cine con Scorsese, Woody Allen o Tarantino: no importa el plano puntual, el guion o la época, hay algo que se impone antes que cualquier análisis. Un pulso propio. Una lógica interna. Una manera de estar en el mundo.

Con Alfredo Casero pasa exactamente eso. La noche del lunes 15 de diciembre, en el Movistar Arena, no asistimos simplemente a una función más de Cha Cha Cha. Asistimos a algo más difícil de definir y, justamente por eso, más valioso: vimos un CASERO. No a un actor interpretando un material. No a un comediante repitiendo éxitos. Vimos a un creador ocupando su propio territorio, ese lugar incómodo, imprevisible, personalísimo, donde el absurdo no es un recurso sino un idioma y donde la risa convive con una forma extraña —y muy precisa— de verdad.

Ese regreso, esa expansión y esa llegada a una escala masiva no fueron casuales. Cha Cha Cha volvió y creció porque hubo una decisión clara de confiar en su potencia creativa. Desde el inicio, Giuliano Bacchi se hizo cargo del proyecto junto al propio Casero, apostando a su fuerza artística y sosteniendo su desarrollo hasta convertirlo en un auténtico fenómeno teatral. Para este hecho histórico para el teatro argentino, la producción se realizó en conjunto con Supernova Entertainment, una alianza estratégica que permitió llevar el espectáculo a una escala sin precedentes.

Lo que ocurrió esa noche quedó grabado como uno de los momentos más contundentes del humor argentino contemporáneo. Cha Cha Cha vivió allí su despedida a lo grande, frente a miles de espectadores que celebraron, rieron y se emocionaron con un espectáculo que volvió a demostrar por qué marcó a generaciones enteras y por qué sigue dialogando con el presente sin perder identidad.

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La puesta fue imponente. Monumental sin perder el espíritu analógico. Más de 200 personas entre elenco, producción y técnicos sostuvieron una maquinaria escénica de enorme precisión: un cuerpo de baile de ocho bailarines, la participación del Coro de Hombres Gays de la Ciudad de Buenos Aires y la potencia rítmica del grupo taiko Ryukyukoku Matsuridaiko, que desplegó a 36 bailarines acompañando a Casero en su clásico Shima Uta, en uno de los momentos más hipnóticos de la noche.

El despliegue técnico también fue protagonista. Un circuito cerrado de video con siete cámaras en vivo y más de 200 metros cuadrados de pantallas LED envolvió el escenario, amplificando cada gesto, cada detalle, cada desvío. Todo se vio. Todo se sintió. Desde cualquier punto del estadio, la experiencia fue igual de intensa, logrando una dimensión visual pocas veces vista en un espectáculo de humor.

Bajo la dirección musical de Matías Chapiro, el show funcionó como cierre de un recorrido extraordinario: 133 funciones, más de 70.000 espectadores y una gira que atravesó todas las provincias argentinas, además de presentaciones internacionales en Uruguay, Paraguay y un exitoso tour por España, con funciones en Madrid, Barcelona, Málaga y Valencia durante el mes de noviembre.

En escena, Alfredo Casero estuvo acompañado por Fabio Alberti y Alacrán, pilares fundamentales del universo Cha Cha Cha, sosteniendo una potencia escénica que atravesó las casi tres horas de función sin perder intensidad. Junto a ellos, un elenco que brilló de principio a fin: Romina Sznaider, Lito Ming, Diego Rivas, Alejandra Galitis, Flavio González, Javier Bacchetta y Leo Raff, consolidando una propuesta coral que combinó humor, delirio y una química celebrada constantemente por el público.

La despedida incluyó una cuidada selección de cuadros emblemáticos —Convención de Batmanes, Madre Judía, Boluda Total, Peperino, Señora Luna, entre otros— que hicieron estallar al Movistar Arena y confirmaron la vigencia de un humor incómodo, libre y filoso, profundamente autoral, que no pide permiso ni busca consenso.

Entre las sorpresas de la noche se destacó la participación especial de Minerva Casero, quien se sumó como artista invitada, aportando una sensibilidad particular a una función cargada de emoción personal. Pero cuando todo parecía encaminado a un cierre épico, con la emoción ordenada y el ritual más o menos claro, pasó otra cosa. Porque Cha Cha Cha nunca fue solo un espectáculo. Y esa noche volvió a demostrarlo.

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EL MOMENTO QUE NADIE TENÍA EN EL RADAR

Cuando ya estaba todo dado para el final, Fabio Alberti agarró el micrófono. Sonó una trompeta —sí, trompeta, como anuncio oficial— y ahí algo se desacomodó. No era un sketch. No era un chiste. No estaba en el libreto.

Y se notó. Fabio Alberti le pidió matrimonio a su novia, Leila, en pleno escenario, frente a un Movistar Arena lleno.

Silencio de medio segundo. El público procesando. Miradas cruzadas. ¿Esto es parte del show? No. No lo era.

La ovación fue inmediata. Gritos, aplausos, emoción real. Porque una cosa es actuar y otra muy distinta es jugarse así, sin red, en el cierre de un show histórico. No hubo remate. No hubo ironía. Fue directo, frontal y genuino.

Dato clave: nadie del público lo sabía. Nadie del elenco lo esperaba. Fue sorpresa total. Y en un mundo donde todo se filtra antes, eso suma puntos. Muchos.

Después de eso, ya estaba todo dicho. Pizza Conmigo fue coreada por todo el Movistar Arena de pie, que dejó de ser un estadio para convertirse en una fiesta absoluta, atravesada por esa mezcla tan propia del universo Casero: lo absurdo conviviendo con lo emocional, lo ridículo tocando algo verdadero.

La función contó además con la presencia de numerosas figuras del ámbito artístico y cultural —Juana Viale, Betiana Blum, Silvio Soldán, Nito Artaza, Miguel Ángel Cherutti, Pablo Albella, Luli Ofman, Jerónimo Bosia, Nicolás Wyñazki y Fernanda Iglesias— además de familiares de Casero: Minerva, Nazareno y Guillermina, que acompañaron una noche de celebración colectiva.

Pero lejos de ser un punto final, lo ocurrido esa noche fue también un anuncio. Cha Cha Cha tendrá una versión íntima en Mar del Plata, que se presentará en el Teatro Enrique Carreras —el teatro de Nito Artaza— bajo la programación y curaduría de Bacchi Producciones y Supernova. Este nuevo formato, más cercano y teatral, permitirá redescubrir el espíritu del espectáculo desde otro lugar, manteniendo su esencia, pero acercándolo aún más al público.

Lo que ocurrió en el Movistar Arena no fue solo una función.

Fue una despedida inolvidable, un anuncio…

y un compromiso en vivo.

Cuando el arte tiene identidad, no se despide nunca del todo.

Solo cambia de forma.

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