“Pero lo que ocurre es bastante perverso porque los niños crecen, no se los da en adopción, o bueno, esto era antes, después cambió. No se los daba en adopción, entonces, seguían creciendo en una institución dónde eran un número entre otros chicos y eso hacía que cada vez estuvieran más lejos de la adopción porque las parejas preferían bebés, preferían criarlos... me parece legítimo además, que quieran educarlos desde temprano, darles el afecto que necesitan. En fin, yo tiré la toalla, hoy por hoy, me arrepiento. Si yo hubiera seguido esperando me hubiese tocado la nueva legislación -que está ahora- y que realmente facilita mucho más”, se sinceró Esther.