Pocos conocen su historia y son muchos los que, cuando escuchan su nombre, se les viene a la cabeza sus divertidas e infantiles corridas por los estudios de Telefe, sobre blanco en mano, entonando a modo de broma, una frase que lo iba a inmortalizar: “¡Sí Susana!”.
Pero eso pasó hace muchos años. Y a pesar de que la Diva dela televisión fue quien le dio fama y notoriedad, con el paso del tiempo Marcelo creció y forjó nuevos horizontes. Se convirtió en un cantante versátil, afinado, sorprendente, divertido. Capaz de hacer bailar a medio centenar de personas al mismo tiempo con Soy lo que soy, o provocar una emoción grande y profunda en Para vivir.
Su amigo, el productor Ángel Carabajal, fue su mentor. La persona que le dio la confianza necesaria para animarse a mostrar un espectáculo que arrancó en Carlos Paz, pero que va a recorrer el país porque no tiene techo. Verlo en vivo, confirma que Marcelo es uno de esos artistas que brillan con luz propia.
Siempre está bueno que alguien te abra una puerta, te dé una oportunidad. Pero después, cuando se corre el telón, hay que pararse y comerse el escenario. Y eso es lo Iripino hace en “Un Cacho de mi vida”, su nuevo show. No importa si es una zamba, una chacarera, una cumbia, un bolero, un Chayanne; o alguna de las canciones que le rinden homenaje al Gran Cacho Castaña: Iripino, micrófono brillante en mano, se adueña del escenario y muestra un talento único.
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Su humor, su chispa, y esa personalidad arrolladora que en algunos casos hasta roza lo circense, muchos la conocen porque recuerdan lo que hacía con Susana Giménez con quien trabajó durante dos décadas. Pero su historia con la música arranca mucho antes, cuando a los cinco años cantaba folclore junto a su papá. Y primero mostró destellos en Bien Argentino, espectáculo que giró por todo el país y que este año abrió el festival de Jesús María. El éxito fue tan rotundo que hoy se ganó el derecho a estar en la tapa de la marquesina y tener su propio show.
Acompañado por músicos de primer nivel, quienes tocan en vivo todos sus temas, y secundado por dos fantásticas voces como las de Sofía Arburua y Juan Pessi; Marcelo ofrece un espectáculo sin fisuras en el que no se guarda nada. Por momentos es Cacho de Buenos Aires (Garganta con arena), en otro canta y baila como Chayanne, se anima a ponerle baile, ritmo y color a un tema de Ricky Martin (Pégate); y emociona cuando desangra su voz con Septiembre del 88. Pero vuelve a ser Marcelo y se desnuda cuando arrancan los primeros acordes en el piano de Motivos: “Hoy puedo decir que tengo motivos para ser feliz/. Que la vida me ha enseñado siempre a superar cosas que yo no creía sentirlas jamás/. ¡Creo que llegó el momento de creer en mí y creer en el amor, y eso le hace bien a mi corazón!”, entona mientras el público aplaude sin parar.
Algo impensado cuando en la primavera del 2017, debió ser operado de urgencia en el Hospital Británico de Buenos Aires por un derrame pleural en el pulmón derecho. “Pensé que me moría, que todo se terminaba ahí”, confiesa hoy. Finalmente salió, los médicos y el destino le dieron otra oportunidad, y Marcelo no la desaprovechó. El mismo día que le dieron de alta, llegó a su casa y compuso esta canción que simplemente es una caricia para el alma: “…siento que ahora vivo, lo que siempre yo he querido/, sin pisar a nadie, sigo mi camino/. Hoy tengo motivos, para superarme, cuando toco el cielo, me siento gigante: hoy tengo motivos”, entona a corazón abierto.
Y su música, su versatilidad, sus sacos de colores; crean una energía única y fantástica. Seguramente desde algún lugar, su papá, el hombre que le enseñó a cantar, aplaude orgulloso y con el pecho inflado. Y en el espacio Mónaco, las más de 500 personas que colmaron el lugar, hacen lo mismo. Todos tienen un motivo para ovacionarlo.
El reconocimiento al hombre al que todos quieren, ese que tiene fama de buen tipo, ese que hace tiempo dejó de ser el mejor Susano para salir a escena, ponerse la pilcha de estrella y una noche de verano, convertirse en El Rey de Carlos Paz-
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